Bollo: el gran envoltorio conceptual de un grupo con visión
El reto: de empresa frutícola a grupo internacional
Durante décadas, Bollo fue sinónimo de melón de excelencia en España. Un símbolo del verano y del sabor. De la calidad sin concesiones. Una empresa familiar que, desde sus orígenes en Valencia, construyó reputación y liderazgo en torno a una fruta que se convirtió en icono.
Pero el mundo había cambiado. Y con él, también Bollo. En pocos años, un gran grupo hortofrutícola la situó como su enseña flagship, incorporando compañías, categorías y mercados hasta superar los 500 millones de euros de facturación. Una expansión que trajo consigo un nuevo desafío: ya no se trataba de una fruta, ni de una empresa, ni de un mercado. Y, además, había que responder a consumidores en transformación, a retailers más exigentes y a la presión competitiva de un sector globalizado.
El reto era múltiple: ¿cómo proyectar a Bollo como punta de lanza internacional sin perder la esencia que la había hecho relevante durante más de un siglo? ¿Cómo articular ocho compañías bajo un marco común, sin diluir identidad ni coherencia? ¿Cómo hablar con legitimidad al agricultor y al retailer, al consumidor y al inversor?
Los activos estratégicos: el sabor como indicador, la bio-inclusividad como modelo
La respuesta no podía ser cosmética. Había que repensar la marca desde sus raíces: redefinir su rol, la arquitectura de productos de un porfolio en expansión y su capacidad de abrir nuevas conversaciones. Diseñar para Bollo una nueva cultura de marca que, a su vez, propusiera una nueva cultura de la fruta.
El proceso empezó con una fase de inmersión estratégica: pisar las fincas, escuchar a los agricultores, analizar el portafolio, investigar a los consumidores, hablar con el equipo. De ese recorrido emergieron dos verdades latentes que pedían ser elevadas a estrategia.
La primera: el sabor. Bollo siempre había defendido el sabor de sus frutas. Pero en el análisis descubrimos que no era solo un atributo, sino el mejor indicador de calidad profunda de la fruta. Cuando sabe bien es porque detrás hay cuidado: décadas de experiencia agronómica, selección de variedades, control preciso de maduración, innovación en procesos e ingeniería aplicada. Agricultores, distribuidores y clientes coincidían: Bollo es fruta que sabe a lo que tiene que saber. No un sabor cualquiera, sino el justo, reconocible, auténtico. Ese “saber-sabor” —sensorial, técnico, emocional— es la expresión tangible de un conocimiento profesionalizado que aspira siempre a lo mejor, en todo.
La segunda: la agricultura bio-inclusiva. En la finca El Cerro, Bollo llevaba años desarrollando un modelo propio de cultivo regenerativo. Una forma de trabajar la tierra que no se conforma con no dañar, sino que mejora activamente la biodiversidad, protege y multiplica la vida alrededor de los cultivos y, además, potencia el sabor. Esta práctica existía, pero aún no tenía relato estratégico de marca. Integrarla en la estrategia significaba transformar un compromiso silencioso en una ventaja diferencial. Especialmente en mercados internacionales avanzados, donde sostenibilidad e innovación marcan la frontera entre proveedor y referente.
En síntesis: el sabor, como herencia y prueba de excelencia; la bio-inclusividad, como apuesta de futuro. Dos activos estratégicos que, al articularse, pasaron de ser realidades operativas a convertirse en pilares fundacionales de la nueva identidad.
Una idea ambiciosa: We care for taste. We care for good.
De esos pilares nació una plataforma de marca y una idea ambiciosa: We care for taste. We care for good. Una idea que condensa dos obsesiones y un mismo propósito: cuidar del sabor y cuidar del planeta.
Una fórmula simple y poderosa: disfrutar puede y debe ser una forma de cuidar. Comer fruta de calidad es bienestar y es responsabilidad. El sabor y el compromiso conviven como ejes inseparables de una misma estrategia: el cuidado.
Un principio que estructura todas las dimensiones del grupo: conecta experiencia de consumidor y narrativa corporativa, práctica agrícola y ambición internacional, conversación con retailer e interlocución con inversores.
La expresión tangible: una transformación en proceso
La traducción al mercado de esta estrategia fue un posicionamiento aspiracional: convertir la fruta Bollo en un lujo cotidiano. Una visión que conecta con nuevas audiencias y coloca a la marca en la cultura contemporánea del consumo.
Ese posicionamiento hacía imprescindible revisar la expresión visual de la marca: traducir un nuevo lugar estratégico en códigos gráficos, verbales y experienciales.
Sobre esa base se construyó una nueva identidad y un sistema packaging: no como un mero ejercicio estético, sino como la traducción visible de la estrategia. La expresión tangible de un cambio profundo y del nuevo rumbo de Bollo. Un proceso que se desplegará progresivamente y que tendrá un primer gran hito en la próxima edición de Fruit Attraction (30 de septiembre – 2 de octubre), donde Bollo presentará la nueva expresión visual de su rebranding.
El impacto: liderazgo, legitimidad y una nueva cultura
Los resultados están siendo múltiples y transformadores. Bollo está ganando aspiración y ha alineado arquitectura, identidad y comunicación en un sistema coherente y competitivo. La compañía ha reforzado su prestigio en la distribución, abriendo nuevas conversaciones desde una posición de liderazgo. Hacia dentro, el grupo ha consolidado un relato compartido que articula ocho empresas bajo un propósito común, proyectando solidez y visión de futuro. Y hacia el consumidor, la nueva expresión está llamada a encarnar las aspiraciones de calidad, bienestar y responsabilidad que el consumidor exige hoy.
Pero lo más importante es el impacto cultural. En un sector agroalimentario cada vez más global, Bollo se perfila como un modelo de cómo una empresa familiar puede erigirse en el estandarte de un grupo internacional que impulsa un consumo con criterio. Un proyecto conectado con dos tendencias globales: convertir lo cotidiano en aspiracional, mediante pequeños gestos que elevan la vida diaria, y la adopción de modelos regenerativos como nuevo estándar de sostenibilidad en la agricultura.
Lo que antes se daba por hecho —que la fruta era un commodity, intercambiable— en Bollo se revaloriza: comer una pieza de fruta de calidad se convierte en un gesto de autocuidado, en un regalo diario que además cuida de la biodiversidad.
Hoy, Bollo es mucho más que una marca de fruta. Es un ecosistema estratégico que une excelencia agrícola, narrativa empresarial y compromiso. Una cultura común que cohesiona a todas las compañías del grupo y les aporta visión y activos para crecer con coherencia internacional. En definitiva, el gran envoltorio de un grupo con visión.
Un proyecto que no solo impulsa una nueva forma de entender la fruta, sino que redefine lo que significa liderar toda una categoría. Fruta a fruta.
Firma: Aida Moyano Baruque, Brand Senior Strategist, Nadie Progressive Brands
Fotos: Gsus Fernández
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